Obra

La obra de Salazar está asociada a los planteamientos abstracto-geométricos, cinéticos y retinales. El fenómeno óptico que propone se basa en un juego lumínico entre positivos y negativos producido por el meticuloso tratamiento del cartón corrugado. Activado por la luz, los delicados matices de las monocromías blancas se superponen a la vista del espectador, activando una sutil vibración retiniana que puede describirse como poesía cinética.

En la década de los 60 Salazar incursiona en el arte figurativo. Sin embargo, abandona la figuración al encontrar el auténtico desarrollo de su propuesta entre la Arquitectura y el arte. El artista comienza a indagar en la abstracción geométrica hasta lograr un mecanismo de expresión de pureza total. 

El dominio de la materia es el foco de su investigación. Su compromiso con el cartón corrugado, un material noble e industrial, lo llevará a transformarlo sistemáticamente en un fenómeno visual único centrándose en los delicados matices del blanco. 

La obra desemboca en la síntesis de tres elementos fundamentales: el blanco, la forma y el espacio integrados en el cuerpo de la materia a través del tratamiento de sus relieves. Volúmenes y anchuras, afectados por el ángulo de la luz, causan en la retina un efecto cinético de gran sutileza para el espectador. 

En sus composiciones existe un ordenamiento lineal, estructurado y concebido. En la austeridad de recursos, la repetición agrega un valor estético fundamental promoviendo equilibrio, armonía y unidad dentro de cada una de las obras. Las diversas escalas lineales crean un lenguaje inagotable de ritmos y patrones, espacios fluidos, continuos y activos originando formas geométricas. Activadas por la luz se reaniman ante el ojo humano, produciendo una sutil vibración retiniana que se abre a múltiples lecturas. Para lograr ese efecto, cada espacio se construye por las pequeñas y mínimas variaciones de valores lumínicos, espacios que constantemente pulsan los movimientos imperceptibles de luz fragmentada que generan el efecto de positivos y negativos en la estructura del plano. Así cada una de sus composiciones cobra vida autónoma y hacen de ellas una propuesta infinita. 

Francisco Salazar en su taller de Paris (2013).

Salazar introduce en los años 70 la madera como soporte de la obra. De esta forma convierte el cartón acanalado en estructuras de gran formato. Como si fueran cartas de naipes, Salazar desplaza el cuadrado sobre sí mismo. Este gesto se puede vincular con el suprematismo de Malevich, pero va más allá al romper con los propios límites del marco. Así, diversifica el formato y obtiene figuras irregulares que se incorporan a su propio espacio. 

Para finales de esa década, sus estructuras han roto con los parámetros tradicionales del canvas, llevándolas al plano tridimensional al colgarlas del techo y convertirlas en obras espaciales. El resultado incorpora el espacio circundante y brinda una mayor cohesión entre los elementos que la conforman. En esta última fase de su trayectoria, el espectador es capaz de contemplarla desde todos los ángulos posibles, al reverso e incluso a través de los espacios vacíos. 

Salazar establece una relación consciente y directa entre el espacio, la obra y el espectador. Un concepto estético sólido en el que avanza sistemáticamente en su producción artística a lo largo de 50 años. Con una voluntad de absoluto rigor creativo y con la mayor economía de medios, Salazar transforma un mismo material, y logra expresar todo un repertorio de vibraciones, de efectos visuales y espaciales en infinitas posibilidades. Su técnica lo convirtió en uno de los grandes símbolos del cinetismo latinoamericano comparable al brasilero Helio Oitichica e incluso al estadounidense Frank Stella. 

“La obra de Salazar está en un punto medio entre lo retinal y lo cinético. Es cinética por cuanto cualquier modificación de la luz o cualquier cambio en el punto de vista del espectador, altera tan sutilmente las relaciones establecidas que un mismo cuadro se convierte en una cadena de acontecimientos visuales. Es retinal porque puede suceder –y sucede con frecuencia– que el blanco que cubre totalmente a sus obras, se tiña en ciertas zonas de una coloración virtual producida por la luz o por la fatiga que la permanente estimulación produce en nuestros receptores visuales.”

Miguel Arroyo

7 de junio, 1967

 

Colecciones Públicas

 
Desplazamiento de elementos Nro. 581 (1979). Acrovinilica sobre cartón corrugado, adherido a tela y madera; 182,9 x 285 cm.

 

 
Desplazamiento de elementos Nro. 581 (detalle)(1979). Acrovinilica sobre cartón corrugado, adherido a tela y madera; 182,9 x 285 cm.

 

 
Elementos desplazados en el espacio Nro. 587

 

 
Integración y desplazamiento Nro. 610(1980). Pintura acrovinilica y cartón sobre madera; 190 x 162 cm.

 

 
Integración y desplazamiento Nro. 610(detalle)(1980). Pintura acrovinilica y cartón sobre madera; 190 x 162 cm.

 

 
Positivo Negativo Nro. 178

 

 
Positivo Negativo Nro. 178 (detalle)

 

 
Positivo Negativo Nro. 34

 

 
Positivo Negativo Nro. 34 (detalle)

 

 
Positivo Negativo Nro. 34 (detalle)